SECCIÓN A. CAUSAS TÉCNICAS Y ADMINISTRATIVAS DEL LIDERAZGO
El capítulo “Causas técnicas y administrativas
del liderazgo”, es un texto que aborda puntos muy importantes, se establece que,
sin organización, la democracia es inconcebible. Las reivindicaciones
económicas y políticas requieren una estructura organizada para avanzar una
voluntad colectiva, la organización es esencial para los débiles en su lucha
contra los fuertes, permitiendo una máxima economía de energía y fortaleciendo
la solidaridad entre aquellos con intereses comunes. Los socialistas argumentan
en contra del anarquismo individualista, destacando que la dispersión beneficia
a los empleadores y que la organización es crucial para la fuerza de los
trabajadores, la cooperación y la acción común son vistas como vitales para el
éxito de la clase trabajadora, la falta de participación en la vida colectiva
conlleva consecuencias desastrosas. Los trabajadores, en su estado aislado, son
indefensos ante los económicamente más fuertes. Solo la combinación y
estructuración organizativa pueden otorgarles resistencia política y dignidad
social. La influencia de la clase trabajadora está vinculada a su número y
coordinación, siendo la organización esencial para su lucha política.
Aunque la organización previene la
desorganización que beneficiaría al adversario, también puede llevar a un
conservadurismo que afecta la democracia, comparándolo con escapar de un
peligro solo para caer en otro. Se analiza, además, la viabilidad de un
gobierno directo por parte del pueblo, una idea propuesta por Moritz
Rittinghausen, un demócrata renano, él sugirió un sistema donde la población se
dividiera en secciones de mil habitantes, que se reunirían en lugares públicos
para debatir y votar sobre leyes, cuya implementación sería gestionada por el
gobierno solo como un facilitador del proceso. Aunque el sistema parece
sencillo y práctico, enfrenta varios problemas. Las masas son susceptibles a la
influencia de oradores elocuentes y pueden ser fácilmente manipuladas, además,
las reuniones grandes tienden a tomar decisiones por aclamación, sin un debate
reflexivo. El principal obstáculo es la imposibilidad técnica y mecánica de
implementar tal sistema a gran escala, la logística de reunir a miles de
personas y garantizar que todos puedan participar efectivamente es
impracticable, incluso dentro de grandes organizaciones, se necesita un sistema
de representación para manejar los asuntos prácticos y administrativos.
La necesidad de delegar el poder a
representantes se convierte en una solución inevitable, esto permite una
gestión más eficiente y considerada de los asuntos públicos, algo que la
democracia directa no puede garantizar debido a sus limitaciones inherentes.
Originalmente, el líder era un servidor de la
masa, y la igualdad entre miembros era absoluta. Con el tiempo, esta igualdad
se transformó en una igualdad de derechos entre camaradas dentro de la
organización, con todos los cargos cubiertos por elección. En los inicios del
movimiento laboral, se seguían estrictos principios democráticos: los líderes
eran completamente subordinados a la masa, necesitaban autorización para
negociaciones y estaban sujetos a una rigurosa supervisión para evitar la
desconfianza y fomentar el aprendizaje entre los miembros, sin embargo, la
creciente complejidad de las tareas y la necesidad de habilidades especiales
hicieron que este sistema fuera impracticable, en este sentido, surgió la
necesidad de líderes con capacidades específicas, lo que llevó a una tendencia
hacia la profesionalización del liderazgo, alejando a los líderes de las bases.
Se crearon escuelas y programas de formación
para capacitar a futuros líderes, lo que contribuyó a la creación de una élite
dentro de la clase trabajadora, esta evolución ha generado una brecha entre
líderes y masas, con los primeros ganando independencia y control, reduciendo
el control democrático de la masa. La organización, esencial para la eficacia y
resistencia política, tiende a convertirse en oligárquica, la complejidad
organizativa y la especialización técnica refuerzan esta tendencia, limitando
la participación de las masas y consolidando el poder en manos de unos pocos.
Aunque esto contrasta con los ideales democráticos, es visto como una necesidad
práctica para alcanzar los objetivos del movimiento. Originalmente, en el socialismo alemán, los
líderes eran personas comunes que trabajaban en la política de manera temporal
y con compensaciones modestas. Sin embargo, con el tiempo, estos líderes fueron
reemplazados por políticos profesionales a medida que las organizaciones se
volvieron más complejas.
El autor argumenta que la profesionalización
del liderazgo marca el principio del fin de la democracia, ya que la verdadera
soberanía del pueblo no puede ser delegada sin perder su esencia. Cita a
Rousseau, quien afirmaba que la voluntad del pueblo no puede ser representada y
que la delegación de esta voluntad equivale a perder la libertad, asimismo,
otros pensadores, como Cario Pisacane y Victor Considérant, critican el sistema
representativo, sosteniendo que la delegación de la soberanía popular a unos
pocos líderes es un error que conduce a un gobierno que no representa
verdaderamente al pueblo. Esta crítica es compartida por diversos teóricos y
anarquistas, quienes consideran que los representantes tienden a consolidar su
poder y separarse de los intereses de la masa que deberían representar. Se señala
que la creciente complejidad de la vida política moderna hace que la
representación sea aún más problemática, ya que es difícil representar
adecuadamente una masa heterogénea en todos los asuntos que surgen en una
sociedad cada vez más diferenciada.
Finalmente, el texto aborda cómo el partido
democrático moderno, en su esencia de lucha política, adopta métodos y
conceptos militares para su funcionamiento. Se menciona que las resoluciones
deben ser rápidas, la disciplina estricta y la obediencia puntual, principios
que Luis XIV destacó en la administración militar y que son aplicables a la
política moderna, argumentando que un partido político en constante lucha
necesita una estructura jerárquica y cierto grado de cesarismo para asegurar la
transmisión rápida y ejecución precisa de órdenes. Se menciona también que la
democracia en su forma primitiva ya no puede funcionar eficazmente en tiempos
modernos debido a la necesidad de decisiones rápidas, lo cual choca con los
procedimientos democráticos que requieren consultas y procesos lentos. Por lo
tanto, se sugiere que los partidos democráticos adoptan tendencias oligárquicas
y centralizadoras para mantenerse eficientes en la lucha política.
El texto señala la similitud entre la vida
interna de un partido democrático de lucha y una organización militar,
reflejada en la terminología y tácticas que utilizan. Además, destaca el
interés de algunos líderes socialistas en cuestiones militares, lo cual se
atribuye a una afinidad electiva más que a una casualidad.
Comentarios
Publicar un comentario